El escultor que representa a la Argentina visitó como estudiante la Bienal en 1998, 20 años después deja su marca como artista montañista.
Juan Pablo Marturano es el representante local de la competencia internacional de la Bienal. Desde Buenos Aires, ciudad capital a la que describe como “cosmopolita, heterogénea y con mucha diversidad”, señala un punto importante sobre el lugar artístico: “dentro de esa variedad y caos el artista forma parte de un entramado muy complejo donde a veces se destaca y otras queda borrado”.
El escultor inició de temprana edad haciendo talleres de arte, luego estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, donde se inclinó a la escultura. Viajo a Italia donde hizo el liceo taller de mármol y luego hizo su especialización en talla de granito y piedras duras en Japón. Pudo explorar la cultura y estética japonesa, donde elaboró su serie de talles en piedra combinándola con su otra pasión, el montañismo.
Marturano relata que cuando estaba en Bellas Artes en 1998 se enteró de la Bienal en Chaco y vino de visita como espectador. “Se hacía en la plaza central y no era grande como es ahora. 20 años después, cuando recibí la noticia tuve una alegría, es como un sueño”.
La obra
La obra que presenta en esta edición en la Bienal está inspirada en el cerro Mercedario, zona montañosa cercana a la Cordillera de los Andes, en San Juan. Esta es una de las montañas últimas que escaló el artista.
“Es un homenaje a la cordillera y a la tierra, que me da el tema y el material. Un intercambio y colaboración con la tierra, la montaña y la tierra”, explica. En el Museun del Domo del Centenario está expuesto también su obra en miniatura, así como una serie de fotos que dan cuenta del ritual del artista con la montaña: “Ofrenda y testimonio”. Allí expresa que cuando sube a una cima montañosa deja una pequeña obra suya como ofrenda, mientras que se lleva una pequeña piedrita de testimonio “no como conquista de un cerro, sino como aquellos momentos vividos en la cumbre”.
Los simposios y trabajo a cielo abierto “tienen esta particularidad de salir del taller y en particular me han ofrecido hasta agua caliente para el mate y es muy cálido el recibimiento de la gente. Además, con tantos años, conocen mucho de lo que es nuestro oficio”.
“Tener la oportunidad colaborar y ser parte de este legado, sumando un testimonio simbólico y cultural en el espacio público, aportar un granito de piedra, es un honor”, expresa sobre la oportunidad de que su obra forme parte del patrimonio chaqueño.
Sobre el intercambio, afirma que “tenemos un idioma común que es la escultura, y esta es una experiencia de aprendizaje en el hacer con otros”.