Sábado 24 de julio. Todavía es temprano y pasear por el predio de la bienal es una actividad relajada. Cercano al río Negro -cosa mágica- se escuchan los pájaros –no comunes trinos- que se comunican mientras cazan en las aguas. El día nublado fue. Ya filtrándose el sol que estará picante.
En ese tránsito, el mármol de las esculturas cambia de tonos, se sacan sus vestidos de rocío; las diez obras competidoras están ahí erguidas sobre pedestales muy seguras de sí, esperando al jurado integrado por el boliviano León Saavedra Geuer, el chileno Francisco Gazitúa Costabal, y el búlgaro Todor Todorov.
SOBRE LOS PEDESTALES
He aquí un ejemplo de “la construcción colectiva de la bienal” que repetidamente se habla; de los muchos compartimentos, áreas, administraciones, logísticas que sostienen invisiblemente este acontecimiento internacional.
El departamento de Mantenimiento y Conservación de las Esculturas, por ejemplo, una creación de la Fundación Urunday que hoy está en la órbita del Municipio de Resistencia, bajo la dirección de Ceferino Ferreyra. Es que sí, es necesario: Hay que cuidar, mantener más de 650 esculturas del espacio público.
Las esculturas en competencia se están levantando sobre sólidos pedestales –hay que aguantar el peso en tonelada-, de color y, con bases personalizadas: escalonadas, en talud, en bloque, etcétera. Y ahora es otra cosa mirarlas, admirarlas.
¿Y ELLAS?
Qué nervios tienen estas nuevas esculturas… Qué premio les tocará? Mientras tanto se pavonean como esclavas de la antigüedad en un mercados de Las mil y una noches.
-Yo tengo esbeltez y lisura
-Yo me hago de curvas de mármol con elegancia
-Yo guardo este mensaje esperanzador
-Yo te invito a reflexionar
…Y así, cada una muestra sus dones, esperando a que dictaminen León, Francisco y Todor.
Entiendo sus nervios… No estén preocupadas, todas se ven hermosas Esculturas del mundo; lo importante no es quien gane, sino que todas se quedarán embelleciendo nuestro cotidiano.